CURRICULO INTEGRADO:
APORTES A LA COMPRENSIÓN DE LA FORMACIÓN HUMANA
Autor: BEATRIZ MARÍN LONDOÑO / GONZALO TAMAYO GIRALDO
CAPÍTULO I
LA FORMACIÓN COMO FUNDAMENTO DE LA REFLEXIÓN EDUCATIVA: UN ESBOZO HISTÓRICO DE SU APARICIÓN
Introducirse al concepto de formación implica considerar
al ser humano en su condición de habitante de este planeta, puesto que este concepto
tiene su origen en lo más profundo de la relación entre el hombre y el mundo.
Es pues, la formación la que moldea las formas e instancias para que el sujeto pueda
dar cuenta de sí y de su entorno inmediato
y lejano. La formación se convierte en el centro de la
pregunta ontológica que todo ser humano debe hacerse, ¿cómo conocer la
realidad del mundo? y agregarle en perspectiva psicológica ¿cómo cuidarse y
conocerse a sí mismo?
De esta manera se señala a la formación que está vinculada con el contexto histórico donde ella cobra sentido, en tanto la época funda un modo de comprenderla y vivirla asimismo se presenta una formación como medio, como camino, lo que implica una actividad permanente, un devenir, una constante estrategia interrogadora leída como interface entre lo que se conoce y lo que se desconoce.
FORMACIÓN HUMANA: EL SUJETO Y SU MUNDO COMPARTIDO
La relación entre formación y sujeto humano es inherente, y sobre todo fecunda, pues los productos que emergen de ella no son más que cada una de las contribuciones culturales del hombre mismo a la humanidad. Adicionalmente a ello, la formación de un hombre implicará en dos instancias integradas; una que conduce a la formación de su propia condición, reflejada en la posibilidad de internalizar las diferentes circunstancias de la vida, en tanto el sujeto se relaciona, interactúa y aprehende lo que rodea su acción y otra, que constituye el escenario de la externalización, en donde se configuran los modos de exposición hacia el contexto habitado por otros en relación. En esta segunda instancia, el sujeto es llamado a la exposición, a la expresión de su ser en el mundo y por tanto al despliegue prudencial de su intimidad en lo público.
Lo anterior puede observarse desde el momento en que el hombre ingresa a la cultura, pues ésta le exige el uso y la comprensión de un lenguaje, de unas formas colectivas para la acción y de unas normas específicas. Así se crea un mundo circundante legado por otras generaciones y un sujeto que requiere instalarse allí con herramientas expresas para actuar. En esta dialéctica y ubicada en el medio, aparece la formación como la instancia primordial, pues entrega la opción por el conocer las formas desplegadas ya con anterioridad, y que siendo descubiertas permitirán transformarlas si es del caso.
LA PARTICULARIDAD QUE SE ENCARNA
En este sentido aparece un sujeto inmerso en un contexto cultural previamente construido, el cual asume cada una de las circunstancias que aparecen en el mundo social. Dicha adquisición comprensiva implica la aprehensión de lo que se encuentra situado afuera, en relación con el modo de interpretación interno.
De este modo, el sujeto al relacionarse con el mundo va generando procesos de internalización, encarnando sus propias versiones, constituyendo su propia subjetividad e identidad, y en definitiva construyendo sus propias significaciones para valorar los productos culturales que lo rodean y lo relacionan.
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